jueves, 3 de marzo de 2011

MITOS SOBRE LA ENFERMEDAD MENTAL Y LA LOCURA


ALGUNOS MITOS SOBRE LA ENFERMEDAD MENTAL.

1. “Algunos enfermos, ¿son verdaderos enfermos o nos toman el pelo?”
Muy a menudo extraña que personas calificadas de enfermas presenten conductas inteligentes y sintónicas con la realidad. No se puede obviar que todas las personas “enfermas”, en menor o mayor proporción, conservan aspectos sanos, y que las personas “sanas” también tienen núcleos neuróticos o psicóticos que las hacen potencialmente insanas.
Los núcleos sanos de los enfermos son aquellos que se trabajan en psicoterapia, y son fundamentales para reestablecer el equilibrio, es decir, la normalidad.

2. “Está así porque quiere…”
Es una afirmación que tiende a reforzar la hipótesis que la enfermedad no existe y que el hombre es omnipotente.

3. “No requiere de ninguna ayuda. Eso de los psicólogos son cuentos, si quiere puede estar bien, y si no, que sea más fuerte.”
El mito de la fortaleza —muy extendido en la filosofía moderna— que exaltó Nietzsche con el superhombre y el rechazo de la debilidad a menudo conllevan a posiciones como ésta que, por el grado de responsabilidad atribuido al paciente, fomenta la culpa y, por tanto, perpetúa la sintomatología.

4. “Hay locos y personas en tratamiento que no lo parecen”.
Habitualmente se habla de “locos” cuando la patología es muy grave y se conservan pocas parcelas sanas de la personalidad, refiriéndonos a menudo a la patología psicótica; y los que parecen que no lo son tanto son personas con más contacto con la realidad, como es el caso de los individuos neuróticos o con trastornos de personalidad.
Sin embargo, hay que insistir en que en cualquiera de los casos hay parcelas sanas que son la base de la curación.

5. “¿Son útiles los medicamentos?”
Los psicofármacos han proporcionado una visión diferente de la enfermedad mental, y también han modificado el curso de la sintomatología. Los fármacos, por tanto, son de gran utilidad, porque mitigan los síntomas y el sufrimiento, pero se debe potenciar el abordaje integral psicológico y social.

6. “¿Qué se debe hacer cuando se detecta un trastorno psíquico?”
Ante un trastorno psíquico, habitualmente surgen dos respuestas: la negación o la ignorancia (“no es nada… ya se le pasará”), o bien la movilización para buscar ayuda, pero sin contar con la persona que sufre. Ambas respuestas suelen ser fruto del miedo. Para mejorar el pronóstico del proceso terapéutico, la intervención más eficaz es la que ayuda a la familia y al individuo a tomar conciencia de la situación, es decir, afrontar el conflicto y a buscar la ayuda más adecuada para superarlo.

7. “¿Se cura la enfermedad mental?”
El concepto de curación en Salud mental a menudo se utiliza confrontado al de otras especialidades médicas, en las cuales “curar” habitualmente es “erradicar”. En el campo de la psiquiatría y de la psicología, la cura pasa por restablecer el equilibrio y por trabajar aspectos preventivos. Los profesionales, ante esta pregunta, estamos habituados a pensar y responder que tal vez no podemos evitar que una persona delire, pero podemos ayudar a aumentar su bienestar.

8. “¿Qué se debe hacer con los niños que presenten problemas? ¿Es mejor no tratarlos para no “psiquiatrizar” o “etiquetar”, o es necesario recorrer a los especialistas?”
La Salud Mental infantil ha sido históricamente descuidada, y sus conflictos, escondidos y negados más que en cualquier otro colectivos. La posición del niño, que todavía no ha alcanzado autonomía, lo coloca en una situación de dependencia e impotencia. Para evitar etiquetar sin descuidar, es muy útil que los padres o los adultos responsables consulten a los especialistas, con tal de buscar una intervención consensuada dirigida a resolver el conflicto y a potenciar la salud, ya que es en este momento evolutivo en el que se puede hacer una prevención eficaz.

9. “Ante una persona que delira, ¿se le debe seguir la veta o se debe criticar su pensamiento?”
La persona que presenta un cuadro delirante vive inmersa en su delirio, y los pensamientos y las percepciones que lo mantienen tienen un significado que configura una parte importante de su vida psíquica.
Hacer servir razonamientos lógicos con tal de “hacer entrar en razón” al delirante se convierte en una tarea inútil y además, a menudo, es interpretada por él como una actitud de hostilidad; por tanto, no hace más que dificultar la relación y la comunicación, ya muy deterioradas en estos casos.
Seguir la veta es una actitud menos comprometida, e inicialmente facilita el contacto y la comunicación pero no deja de ser una forma de negar y obvia los conflictos, y por tanto una forma de reforzar los síntomas.
Es útil, en estos casos, adoptar una posición de comprensión y afecto, poner límites entre el propio pensamiento y el pensamiento del otro, aceptando el delirio como una realidad subjetiva y nunca como una verdad absoluta.

10. “¿Cómo se pueden abordar aquellos conflictos que aparecen en familias multiproblemáticas y que son conocidas por todos los servicios?”.
Las familias multiproblemáticas son aquellas que presentan diferentes conflictos y donde las disfunciones están tan extendidas, que se hace difícil el abordaje desde una única disciplina; así a menudo intervienen diferentes Servicios: Servicios Sociales, Infancia, Salud Mental, Servicios Médicos, Justicia, etc.,
Ante este tipo de situaciones, resulta más útil que nunca el trabajo interdisciplinar para aborda los conflictos de forma que rentabilice el trabajo a la vez que proporciona a la familia un mensaje claro de lo que se puede esperar, evitando actitudes omnipotentes o de rechazo, que conducen a la frustración y al fracaso de profesionales y usuarios.

Fuente: MASSIP, I. (1996). Moure’s entre conflictes. Girona : Fundació Servei gironí de pedagogia social.

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